Hace mucho, mucho, tiempo...

... en lo que hoy se encuentra el pueblo de Astrum, solo existía un claro silvestre.

La historia que ahí nació comenzó con la llegada de Elohim, el primer Astron, que marcó la época del amanecer.
Nadie recuerda realmente de dónde llegó, ni cómo, solo el hecho de que apareció en medio del claro en lo más profundo de la noche, brillante, como una estrella caída del cielo. Sin forma de comunicarse aun así logró comprender y ser comprendido por los lugareños: Los elfos.

Elohim poseía habilidades extraordinarias; se decía que podía predecir el futuro con solo levantar el rostro hacia el cielo, controlar la marea, y que podía comunicarse con el sol y la luna, con el ruido de fondo del cosmos. Con uno solo de sus toques curaba el malestar de los más jóvenes, y cuando meditaba, auroras boreales adornaban los cielos nocturnos. A su lado, incluso el tiempo parecía ir más lento, y su apariencia eternamente inmutable lo reflejaba.

No pasó mucho para que este ser aparentemente enviado de los cielos y rodeado de misterio, se ganara la confianza de los elfos, esparciendo su conocimiento con tintes ancestrales a cambio de que le enseñaran sus costumbres y sobre su vida mortal. Un intercambio justo.

Elohim decidió acompañarlos por generaciones. Hasta donde su reloj de arena se lo permitiera.

Sin embargo, la noche que había predicho en la que sucedería la mayor catástrofe en aquel claro durante uno de sus eclipse solares, llegó. Un meteorito amenazaba con destruir el territorio del valle y el pueblo élfico apenas el primer rayo de sol se asomara de nuevo detrás de la Luna. Él sabía qué era necesario hacer para protegerlos: Sacrificarse. Por esa razón había decidido descender y así cambiar el curso del destino.

Todos esos años había pasado su conocimiento al pueblo sabiendo que llegaría el momento donde debía desaparecer.

Elevándose sobre las nubes, provocó una enorme explosión al momento de engullir el meteorito completo, iluminando el cielo nocturno como si fuese mediodía, dejando este despejado.

Restos de polvo brillante cayeron sobre el pueblo y su gente como una lluvia de estrellas, mientras se observaba en el lugar de la luna una gran esfera brillante: era lo que quedaba de Elohim.

Las montañas y el suelo se sacudieron y se elevaron a su altura, empezando a orbitar alrededor de esta esfera con gran velocidad mientras descendía al suelo, justo en medio del valle. Ahí se enterró, y las montañas se detuvieron, quedando permanentemente elevadas. Unos minutos después, el Árbol Padre creció.

Ahí es cuando el pueblo de Astrum surgió.

El pueblo de elfos que sobrevivió por el sacrificio de Elohim le rindieron honor a sus enseñanzas, armados con toda la información que por generaciones habían registrado, e hicieron de su nuevo hogar aquellas islas flotantes que adornaban el árbol.

Explorando este descubrieron que en el corazón de su estructura los restos de Elohim aún les protegía; su madera representaba su cuerpo, y la savia, su sangre. Esta fue la que con el tiempo les transformó en lo que hoy son. Fue durante la siguiente noche a su asentamiento en su nuevo hogar que Elohim se presentó bajo una nueva apariencia, en espíritu, y por primera vez escucharon su voz decir:



“Que el cosmos sea su guía, y sus iguales su familia, con los cuales compartirán el lenguaje de las estrellas, hasta el fin de los tiempos”.












Es difícil tratar de encajar en una tribu unida cuando no eres querido por quienes se supone serán tus cuidadores, y en donde tampoco hayas nacido como todos lo esperaban. Un ritual fallido en la línea de descendientes del, en ese entonces actual, líder, pero no de la forma que pensaban.

Los brujos habían predicho una sorpresa en la familia real que sacudirían la historia de Astrum, pero los detalles de esta fueron un misterio hasta el día del nacimiento de Illyat. Un Astron Lunar, nacido en una familia de Astron Solares, de verdad era un hecho histórico y bastante inusual. En especial cuando este pequeño era el primero de su tipo en nacer en más de 200 años.

Su padre lo recibió con curiosidad pero decepción, al ver que no era igual a sus hermanos ni era lo que esperaba, y su madre lo negó desde el primer instante, rechazando incluso sus llantos. Había sido producto de una fusión forzada después de todo, un amargo secreto que la pareja ocultaba hasta que el tiempo se los permitiera.

Illyat fue criado a medias por sus padres y más por sus hermanos mayores, como un niño muy curioso y melancólico que buscaba constantemente la aprobación de sus mayores y algo de su cariño, además del respeto de la gente por ser lo que era, uno de ellos, no una especie exótica a la cual vieran como si fuese exhibición detrás de una vitrina. Fueron estas carencias las que amoldaron su carácter retraído al crecer mientras estudiaba junto a los niños de su edad sobre la historia y cultura de su pueblo.

Al ser el hijo menor, tampoco tenía una posición relevante en su familia. Solo era un espectador en las brillantes vidas de sus hermanos y padres, una decoración.

Desde los primeros años de vida le tocó experimentar de primera mano el dolor que le recordaba que estaba vivo, bajo el secreto más exasperante y penoso del líder. Aunque por fuera se viese como un Astron sobresaliente, a puertas cerradas era el terror mismo de su propia familia.

Ira, violencia y abuso eran tres manchas difíciles de lavar del nombre de su progenitor, un hombre corrupto y manipulador que se aprovechaba de la debilidad de su mujer para agredir, y de paso, a sus hermanos e Illyat también.

Un Astron que predicaba la unión de su pueblo y ancestros, rompiendo las propias reglas de estos.

Fue este abuso que duró hasta sus 15 años. Illyat buscaba refugio huyendo del maltrato del mayor en el interior del Árbol Padre, frente al lago, donde hablaba con el corazón de Elohim como si este pudiera escucharlo, buscando consuelo. Cuando desaparecía era él mismo quien volvía por su cuenta solo para recibir más maltrato del líder por desobediencia.

Excepto una de esas noches, después de una disputa entre sus hermanos y su padre, fue seguido por un individuo bastante curioso. Se trataba de Erast, el único Astron Lunar con vida aparte de él en todo Astrum. Su igual.








“Eres… igual a mi.”

“...”

“... ¿Quién eres?”

“Erast. Ese es mi nombre. Tu debes ser… Illyat.”

“Si.”

“Estuve ahí. En el día de tu nacimiento.”

“...”

“Es tradición… y como ya tendrás entendido, no es común-”

“Alguien como yo.”

“...”

“... O como tu.”

“Así es.”

“¿A qué has venido? ¿Mi padre por fin ha enviado gente a buscarme?”

“No tengo forma de responder tu segunda duda, pero estoy seguro de que vine aquí por mi cuenta. Porque te vi bajar de Astrum, te vi entrar aquí.”

“...”

“... Y me preguntaba qué es lo que empujaba a uno de mis hermanos a la soledad de la luz de Elohim.”

“... No quiero decirlo. Sólo hago esto para estar lejos de ellos… Para estar… seguro.”

“... ¿Te sientes seguro aquí? ¿Con su compañía?”

“... Si. Sé que por él no soy juzgado.”

“Sé… lo que se siente. Yo también venía aquí, cuando era joven. Buscaba su guía, su ayuda… y lo hizo a su manera, haciéndome darme cuenta que ya tenía de ella, dentro de mi. Es lo que me quedaba, al ser el único por cientos de años...”

“...”

“... Pero ahora somos dos.”

“¿?”

“Illyat. Por lo que estés pasando, ya no estás solo. Elohim me envió aquí por una razón.”







Erast e Illyat se volvieron cercanos, siendo el mayor su mentor el cual le enseñó lo que él había aprendido durante cientos de años, solo lo suficiente, solo lo que les involucraba, y nada nunca de más que pudiera apagar tan siquiera un poco aquella llama de la curiosidad en el menor. Erast solo lo veía como un aprendiz, un hermano, pero para Illyat era como el padre que nunca tuvo, su segunda familia.

Illyat ya no huía a la soledad del lago cuando se alejaba de los abusos de su padre, si no a la protección del hogar de Erast, quien no solo le enseñaba a usar sus habilidades como Astron, si no también la magia de la música con ayuda de una invención que había conocido en uno de sus viajes por tierras lejanas: El piano.

Ante la presentación de tal instrumento Illyat bombardeó a Erast con preguntas; a pesar de la presión de las incógnitas de este, Erast mantuvo como un secreto de dónde o gracias a quien había conseguido el piano. No era la primera vez que el mayor mantenía resguardados muchos detalles de su persona y otras cosas. “Debes descubrirlo por ti mismo” era lo que Illyat más escuchaba decirle.

Ahora tenía algo que motivarlo en aquellos tiempos oscuros, de transformación, su propia fase de luna nueva.

Illyat pronto sería el primero en darse cuenta que eventos grandes vendrían en su vida, debiendo prepararse para lo que le aguardara, comenzando con una revelación ese mismo año.
La fachada de su padre se desintegró ante la traición de la misma amante de este , cansada de mantenerse en silencio, quien se presentó a acusarlo el día de Pam’yati. Ella y sus dos hijos, producto del adulterio.

Illyat tenía dos medio hermanos, y uno de ellos, aunque mayor, resguardaba una misteriosa semejanza a él.

Las reglas de Astrum lo dictaban; quien deshonrara a su pareja debía ser asesinado, y los cómplices, exiliados.
La noche de la muerte de su padre a manos de su madre fue un hecho que marcó bastante a Illyat y al pueblo entero de Astrum, siendo este evento el que marcó el inicio de una nueva era de liderazgo en la familia.

Su madre se encargaba de liderar durante el último periodo de transformación en lo que lo que su hermano mayor decidía si tomar el cargo o relevarlo, y así fue.
La era de Tenebris llegó a su fin para dar lugar a la de Ensis, y ésta a la de Orión.

Illyat permanecía aun siendo de los hermanos menos relevantes en cuestiones de liderazgo, pero era mantenido por su madre y los antiguos Astras en las tierras de Astrum como un comodín por si más situaciones como las de la era de Tenebris se repetían. Con un nuevo líder a cargo venían nuevas complicaciones y gente malintencionada.





Aunque la tempestad se había apaciguado, los años de abuso seguían pasando factura en su mentalidad, su concentración y propósito. Incluso siendo el menor y el de poca relevancia en asuntos civiles, seguía siendo alguien importante en su especie, lo que le ponía el peso encima de continuar con las enseñanzas de los Astron lunares. Después de todo, no quería decepcionar a su mentor Erast.
Sumado a su sed de crecimiento personal, mágico y musical, y de romper con las creencias de que aquel lugar, detrás de las montañas, las nubes y la niebla, era peligroso. No había nada más emocionante que lugares antiguos e inciertos para alguien que nunca había salido de su territorio, de donde había nacido. A veces era necesario abandonar el nido y descubrir el mundo con tus propios ojos para comprender mejor el mensaje que las estrellas trataban de comunicar.

Fue así que bajo la bendición de Elohim y tras despedirse de su familia, los Astron, embarcó su viaje por tierras desconocidas, a sus 40 años. Lo suficiente que había aprendido en Astrum sobre su propia especie sería su guía, sobre cómo defenderse, cómo usar el cielo como su guía y mapa, y aquella travesía sería una prueba de sus habilidades las cuales debía perfeccionar si es que quería volver como alguien mucho más sabio. Después de todo, era un dicho muy conocido el de “Dejar mucho mejor el lugar por donde pases a cuando llegaste”.

Era peligroso y algo que le provocaba ansiedad el ir solo. Fue juzgado por los ancianos de su familia, por su propia madre y hermanos, pero como sus leyes dictaban… detenerlo era un crimen aún mayor.

Al inicio de su andanza, apenas en los límites del territorio de Astrum, descubrió la publicidad de un supuesto Gremio de Aventureros que estaba reclutando gente para embarcarse rumbo a las tierras que Illyat aún no conocía, y ante el miedo de no saber si encontraría vida inteligente o no hostil si decidía continuar en solitario, decidió tomar esa oportunidad de este grupo de gente que le parecía una opción más segura. Impulsado por bastante curiosidad y con la fuerte creencia de que era obra del destino y sus ancestros el encontrarse con aquella pertinencia, decidió enlistarse.